sábado, 8 de febrero de 2014

intenciones de lo esencial



intenciones de lo esencial.

lo recorrido ha sido un impulso en aquellas búsquedas internas en las que divago. El cuaderno amarillo con esa cromocidad otorgada por el sol, me esperaba cada noche nostálgico por escuchar mi lapicero. Pero no estaba para esas ¿cómo estarlo? la lluvia, el sol, lo árboles, los árboles en las montañas que son universos paralelos que son el mundo en esa realidad tan distinta, tropical a sierra a selva. Las nuevas personas que se extienden entre curiosos de lo que tienen al frente, dispersándose y retranyéndose como para saberse unidad.
y en este paralelo había que destruirse necesariamente para entenderlo, para volver a nacer y como un niño empezar a descubrir de que se trata, de por qué la lluvia es árbol y el árbol es lluvia.Que en esta cabeza gastada de restos académicos, de ciudad, de hombre, de smog urbano, de mi mismo... nos olvidamos lo que somos, de lo escencial de las cosas. El verde infinito es en si mismo reino, escenario y un poblador asháninka lo sabe, lo respeta, atrás quedo mi entendimiento ortodoxo de ciudad, de conjunto, de pueblo...no tiene sentido. Mi entendimiento meramente occidental es blasfemia en estos territorios. En este espacio. O en ese espacio, me destruí y volví a construirme como papel que entiende la rutina del origami.
Me destruí como hojas secas, y el fenix apareció, o al menos eso sentí, la construcción resultante es la que hoy habla. El hoy yo.

La readaptación a los sistemas que conllevan la "ciudad" es dificil,
de nuevo, sí, la combi, el cielo, de nuevo esto invariado detenido como si nada hubiese pasado, sorprendiéndome con sus velocidades, con sus transcursos y rutinas. La readaptación ¿o una burbuja entre lo real? no quiero pensarlo así. El filtro, mas bien lente adoptado en el viaje ha de usarse.
...Sondoveni...




ciudad... será acaso un gusto aprendido nada más?... no, pero metrópolis y de repente sí.
Un poblador de ciudad chica como el que escribe, acostumbrado a caminar desde la adolescencia debe despojarse hasta de su sapiencia básica para reescribir la palabra yo.






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